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Aaron Corona.
“Dos niños jugando a las visitas, tomando el té con (m)Alicia, el señor conejo y el sombrerero viejoloco. Dos niños maricas moviendo exageradamente las manos mientras conversan de temas menores. Dos niños afeminados con toallones o fundas de almohada en la cabeza se cuentan sus desventuras. Cien mariconcitos de este tamaño, todos de fiesta. Bailando, desfilando, actuando. Felices porque nadie los ve, radiantes porque han imaginado un público a la altura de lo que necesitan para llegar a adultas. Un niño rodeado por un puñado de niñas que lo aceptan y rechazan alternadamente. Un niño marica solo en el medio del patio, del barrio, del pueblo, del mundo. Un niño marica cercado por hombrecitos con remera de fútbol.” (1)
¡Maricón!, ¡Maricón!, ¡Maricón!
Fue de las primeras palabras que escuché en mi vida, en el patio de la escuela, mientras intentaba pasar desapercibido de los demás niños, la escuché cuando un adolescente me aventaba una piedra directo al ojo con una resortera mientras yo caminaba por la calle, o cuando mi padre no me consideraba lo suficientemente “hombre” por ser un niño más apegado a mi madre y ser muy sentimental.
Nunca me había preguntado que era un maricón, pues siempre le di una tendencia negativa, sabía interpretar el lenguaje corporal cuando me lo decían y captaba muy bien la manera en la que las personas me la gritaban, pero en términos etimológicos esta palabra se deriva del nombre María; que en la España medieval era llevado en la mayoría de los nombres de mujer, de esta manera marica era comúnmente utilizado como sinónimo de chiquilla o sirvienta; Posteriormente en los siglos XVI y XVII se le llamaba marica a las muñecas de trapo que eran manejadas con un hilo, según el diccionario Palet (1604), no fue hasta en 1620 que se retoma el término con el significado de afeminado, y en 1697 el diccionario Henríquez le da el significado de cobarde e introduce la palabra maricón aludiendo a un hombre con tendencias femeninas. (2)
El escrito no es para revictimizarme, porque si algo es verdad es que sí, soy un maricón, y no siento vergüenza de esto, porque mi mariconería es mi postura política ante un mundo machista que no me toma en cuenta, y reproduce violencia ante sujetos feminizados haciendo que estos insultos recaigan en cuerpos, cuerpos que sentimos, vivimos, pensamos, y sobre todo resistimos.
Mi mariconería es mi manera de hacerle saber al mundo que no estoy de acuerdo con todas sus ideas, es mi protesta diaria para romper con estereotipos, es para que las generaciones de mariconcitos que vienen lleguen a un lugar seguro donde, con suerte en un futuro la violencia hacia nuestros cuerpos pueda erradicarse.
Vivo en México, un lugar en donde caminar entre las calles es un peligro si no eres el hombre más hombre de todos, o donde traer las uñas pintadas causa tal revuelo que las miradas incómodas no faltan, o donde las tasas de bullying posicionan a mi nación como un caso alarmante por ser el primer lugar a nivel mundial, donde según con las estadísticas 20 millones de los 40 millones de educandos de nivel básico sufren acoso en las aulas y el 61% de estudiantes que se declaran abiertamente como parte de la diversidad sexual son acosadxs por esto mismo. (3)
Debido a todo esto, es que yo no vivo, yo sobrevivo a un mundo que me ha atacado sistemáticamente desde que nací, pues se les educa para violentar todo lo que está fuera de la heteronormatividad. ¿Por qué? Porque yo no sirvo para su mundo y menos todos los maricones que diariamente rezamos al universo para regresar vivos a casa. No entramos en el estándar del varón hegemónico, porque somos demasiado amanerados, nuestras pieles no son blancas e incluso fuertes, no tenemos los recursos económicos, nuestro hablar suave les molesta tanto que prefieren callarnos.
Nos educan con crueldad pues, de acuerdo con Rita Segato la reproducción de actos violentos produce un efecto de normalización de la crueldad, y a raíz de esto los bajos umbrales de empatía en nuestra sociedad, y desensibilización ante el sufrir de la otredad.(4)
Nos socializan en un ambiente masculinista, donde cruzar la pierna está mal porque los testículos se te aplastan, tener una voz aguda ya es sinónimo de feminidad, la burla hacia personas LGBT+ en programas de televisión es una realidad, traer un short más arriba de la rodilla es casi un crimen, o donde si no golpeamos paredes no somos lo suficientemente hombres.
Es por todos estos factores que crecí con miedo, miedo a oír esa palabra rodeándome, miedo a lastimar a los que me rodeaban por pensar en quitarme la vida, pues la carga emocional es directamente proporcional a las veces que me la repetían en todos lados, maestros, alumnos, familia, desconocidos, etc. Pues el primer insulto que recibí fue tan solo la primera piedra para edificar toda una pirámide llena de violencia.
Tristemente nos están matando, en México se estiman 6 víctimas de crímenes de odio hacia miembros LGBT+ al mes (5), pero ¿Por qué no se hace justicia? ¿Por qué no salen nuestras muertes en las noticias? La respuesta es muy simple, al estado no le interesa la muerte de un maricón, pues no hay registros oficiales de nuestras muertes, nos convierten en cifras de “progreso” para el país, diciendo que estamos abiertos a la diversidad, cuando no es así. Nos censuran, nos utilizan como marketing, no tenemos puestos en el estado, solo nos podemos casar en 21 estados, nos tachan de promiscuos, el personal de las fiscalías comparte los mismos prejuicios que la sociedad, no hay protocolos para investigar nuestras muertes, ni siquiera un seguimiento.
Es muy fácil reducirnos a cifras, ver como demográficamente han bajado o subido nuestras muertes, pero lo más complejo es comprender que más allá del número había una vida, una voz silenciada, personas que sufrieron violencia, verbal, psicológica, física, hasta que arrebataron sus vidas.
Hoy no escribo desde mí, hoy escribo por todas las muertes de maricones, hoy escribo por aquel niño cerca de ti que vive con miedo de ir al baño en la escuela, por los niños que entrar a un aula se volvió su infierno, por los que reprimieron, por los que minimizaron, por el niño que pensó en suicidarse por todo el acoso que recibía, por aquel que mataron a golpes, o por el que abusaron sexualmente, al que corrieron de su casa.
Hoy escribo por justicia, por y para concientizar que una mínima palabra puede cambiar una vida y terminar con demasiadas.
Hoy soy el maricón que te incomodará por decirte la verdad, soy el maricón que seguirá exigiendo justicia, por los que nos faltan. Y si mañana en las cifras estoy yo, sigan luchando por erradicar nuestras muertes.
1. J. Burgos, E. Theumer, Mariconcitos. Feminidades de niños, placeres de la infancia (2017) : Córdoba Argentina
2. MARICON. (s. f.). Etimologías de Chile - Diccionario que explica el origen de las palabras. Recuperado 14 de julio de 2021, de http://etimologias.dechile.net/?marico.n
3.Fronteras, B. S. (2021, 10 junio). Estadísticas Mundiales de Bullying 2020/2021. Trabajo Oficial en el Mundo contra el Bullying. Bullying sin fronteras. https://bullyingsinfronteras.blogspot.com/2018/10/estadisticas-mundiales-de-bullying_29.html
4.Segato, R. L. (2019, noviembre). Pedagogías de la crueldad | Rita Laura Segato. Revista de la Universidad de México. https://www.revistadelauniversidad.mx/articles/9517d5d3-4f92-4790-ad46-81064bf00a62/pedagogias-de-la-crueldad
5.LetraEse. (2021, mayo). LA OTRA PANDEMIA muertes violentas LGBTI+ en México, 2020. https://letraese.org.mx/crimenes-de-odio-archivo/
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