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Jafet Reyes
Cuando entré a estudiar biología tenía muchas ideas concebidas anteriormente, ideas que probablemente algunos de ustedes también tienen sobre lo que hace o estudia un biólogo. Llegar con estas expectativas sobre lo que iba a estudiar me hicieron darme cuenta que no podía estar más equivocado.
Aún recuerdo mi sorpresa al darme cuenta que los hongos no solo son plantas, como siempre había creído, sino que están evolutivamente más emparentados con los animales.
Clase tras clase, materia tras materia era darme cuenta de cosas sorprendentes, muchas de las cuales jamás habían pasado por mi cabeza pues el mundo que conocía hasta ese entonces era muy limitado. Debo decir que algunas cosas me parecían tan inverosímiles que no las aceptaba de primera como un dogma, y en su lugar me ponía a investigar más por mi cuenta, de esta manera informándome para intentar comprender, aunque sea un poco más y en caso de no lograrlo completamente, llegar con dudas más puntuales.
Lo que intento decir es que si algo estoy seguro que aprendí estudiando una carrera científica es que hay muchas cosas que no conozco y que, muchas veces, lo que sí conozco no es exactamente como lo había aprendido pues todo puede cambiar.
Claro que esto no está exento de polémica, la historia de la humanidad nos ha demostrado que siempre que se intenta cambiar una concepción del mundo muchos pierden la cabeza. Ejemplos como lo que ocurría en tiempos de Galileo, o las burlas que recibió la teoría de evolución de Darwin-Wallace nos dan prueba de ello.
Lamentablemente, hace no muchos días me di cuenta que una parte de la sociedad actual aún pierde la cabeza cuando se da cuenta que el mundo “ya no es como lo conocía”.
Un video corto en el que una persona no binaría pedía, con desesperación, que se respetara su identidad llamándole “compañere” encendió las redes sociales. Desencadenando burlas, acoso y una enorme minimización de los sentimientos de alguien en una situación de vulnerabilidad.
Gracias a ese video, muchos al fin decidieron voltear a ver la existencia de personas no normativas, pero generó en mí una enorme rabia el ver a tanta gente encontrar diversión en violentar a una persona que pasaba por una crisis emocional, para después justificarse en el argumento de que la palabra “compañere” no existe solo porque quizá nunca la habían escuchado.
Y eso no es un problema como tal, no importa la edad siempre estaremos descubriendo cosas nuevas, ¡eso es parte de la vida!
Lo que no se debe hacer es negar realidades solo porque no giran alrededor de quienes han girado siempre.
Las palabras existen desde el momento en que alguien las nombra, las escribe, o las utiliza, pero eso no es lo importante, lo importante es que las personas no binarixs existen. Son una realidad y esa realidad debe ser nombrada para ser reconocida.
Exigir que se nombre algo que existe no es una locura, negar su existencia sí lo es. Y justo esa es la finalidad del lenguaje incluyente, pues nos permite visibilizar y nombrar algo que ha permanecido oculto por muchísimos años.
Todo eso me hizo preguntarme, ¿acaso una mejor educación científica ayudaría a comprender más fácilmente los cambios sociales que ocurren a nuestro al rededor? ¿la raíz de esa resistencia provendrá de la creencia arrogante de que ya se sabe todo?
No tengo las respuestas, pero sí puedo asegurarles: aún no se sabe todo, no todo lo que existe ha sido nombrado, ni ya se ha descubierto todo lo que no tenía nombre, es una total locura creer que es así.
Imagino que esta nueva realidad, recién descubierta para algunos, puede ser incomoda porque los cambios regularmente son incomodos, incluso puede ser que en tu círculo social no haya personas a quienes te debas referir con pronombres neutros y está bien, pero eso en ningún momento da derecho a negar los derechos humanos de nadie.
Siempre será más importante la identidad de mis amigues (un derecho humano) que la decisión de seguir en la ignorancia.
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