top of page

Soliloquio frente al espejo

Foto del escritor: Disidentes CGDisidentes CG

Ojos color de noche

El fondo es gris, y en el centro con un marco rectangular se encuentra una fotografía con manos formando una silueta humana
Inspirada en la fotografía de Elizaveta Porodina

Escribo desde la intimidad de mi cuarto, donde no hay más espectador que el espejo que se encuentra reflejando mi imagen, así neutra, sin filtro, sin máscara… donde me veo y me reconozco como yo en solitario, donde mis aficiones y mis defectos quedan a un lado, ninguno pesa más que otro y no tengo que hacer nada para ser visible, sólo estar. La asimilación individual pesa, porque siempre nos apegamos a los estereotipos que nos han forjado socialmente, muchas veces, aunque la imagen que se nos presenta en el espejo es neutra, nos volvemos los jueces más duros, odiando los centímetros de más, las cicatrices, la nariz de mamá, la papada gigantesca, los brazos cortos, las rodillas bizcas, en fin, es una lista que jamás se agota, parece que estamos empeñados en ser imagen y semejanza de la revista. No te confundas, no estoy hablando de todos, puesto que afortunadamente cada vez existen más personas que aman sus diferencias, pero qué difícil, ¿No? Es una lucha con nulas posibilidades de triunfo, pero ¿Por qué debería ser así? Por nuestros mismos prejuicios, me contesta mi cabeza.

Continúo mirando aquél reflejo imperfecto que el espejo me arroja, y percibo una cálida sensación de paz, no soy perfecta, pero soy, existo, me abrazo y asimilo, pero ¿qué pasaría si un día mi reflejo no estuviera ahí? ¿qué pasaría si un día no me vieran más? Quizás sería interesante al principio, a veces resulta abrumador estar bajo la lupa social, sin embargo, con el tiempo la indiferencia pesa más que cualquier lucha, imagínate no ser contado, no figurar, qué nadie te tome en serio. La anulación del otro es, considero, una de las condenas más injustas para las personas que viven día a día tratando de entenderse y configurarse como algo diferente a lo común; no debe entenderse lo anterior como elección, un “querer ser diferente a los demás” sino como algo inherente y propio de cada persona.

El amarse y asimilarse físicamente es una apuesta fuerte, pero el construirse a partir de una configuración emocional, social y física, es una apuesta imposible hoy en día. Muchas veces yo misma caigo en cuenta de lo difícil que es ver al otro cómo un ser individual, sintiente, con defectos, diferente a mí, pero a la vez similar. Y es que no basta con “tolerar” o “aceptar” al otro de dientes para afuera, como diría mi abuela, sino más bien de reconocer al otro, y al mismo tiempo comprender que el cambio es constante e incesante, tal como lo advertía el buen Heráclito. La deconstrucción se vuelve pan de cada día de aquellos disidentes que tratan o tratamos, ¿por qué no? De construir mejores puentes con el otro, para no caer en el común denominador de odio hacia lo que no entendemos.

¿Por qué es tan difícil reconocer al otro? Quizás el ejercicio tenga que venir desde el reconocimiento individual, que se construye de apoco. La asimilación nos demanda un esfuerzo, que no todos estamos dispuestos a hacer, un esfuerzo que desemboca en una intención de querer conectar con el otro, y no, nada tiene que ver con generar un lazo amistoso o demás, sino, con crear un lazo humano. Sin embargo, lo anterior casi nunca se completa, puesto que en México el esfuerzo es la última opción muchas veces, preferimos convertirnos en seres indolentes, indiferentes y hacer cómo que el otro no existe. Lo he visto siempre, en la calle, en mi familia en las noticias, basta con poner el siguiente ejemplo, cuántas veces hemos visto a alguien siendo asaltado o violentado y en lugar de hacer algo, lo único que se nos ocurre es voltear a ver a otra parte.

Si alguien no encaja en la normalidad a la que estamos acostumbrados, simplemente se le califica como algo negativo que se debe sumar a la minoría que la sociedad creó para encasillar a todo aquello que no entiende. Los indígenas marginados son uno y la misma cosa para la sociedad, personas pertenecientes a un sector identificado como pueblo originario, no hay distinción ni reconocimiento de los Mazahuas, Purépechas, Mexicas, etc. Los gays son una y la misma cosa, personas que no son heterosexuales, pero nada se sabe de las personas no binarias, las lesbianas, bisexuales, etc. Es más fácil englobar todo el set en uno que nombrar el ser del otro y hacer el esfuerzo por visibilizarlo.

Lo anterior no sólo es extensible a las llamadas minorías establecidas por la sociedad, sino también a las emociones de los ancianos, de las madres, de los niños, por ejemplo, un adolescente agobiado, con problemas de socialización, con temores e incertidumbre del futuro, no es tomado en cuenta por qué es “sólo una etapa”, todos los adolescentes se comportan igual, dicen por ahí.

Mientras más lo pienso, más dolor de cabeza me da, más triste se mira mi reflejo en el espejo, casi es hora de vestirme para continuar con mi vida y lo único que puedo repetirme es que no quiero caer en la indiferencia, no quiero anular a nadie, sé que es difícil y mucho trabajo, pero la deconstrucción es algo vigente que todos deberíamos practicar. Me veo una vez más en el espejo, me abrazo y en ese gesto abrazo a todos aquellos que han estado a la sombra de la indiferencia social, a ti que no aceptan tu transición, a ti que no comprenden tu lucha, a ti que te sientes a la periferia de todo el tumulto de gente y a ti que te esfuerzas día a día por hacer puentes con el otro, por comprender que la diferencia es lo que enriquece y suma.


122 visualizaciones0 comentarios

Entradas recientes

Ver todo

Commentaires


  • Instagram
  • Facebook

©2021 por Disidentes. Creada con Wix.com

bottom of page